De la conciliación al equilibrio
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Seguramente, antes no sentíamos igual la necesidad de conciliar la vida laboral y profesional. Eran otros tiempos, era otro mundo, teníamos otra sensibilidad (más bien, no la teníamos).
Bueno, seamos serios, siempre ha habido mujeres trabajando y tenían que compatibilizar su trabajo con las responsabilidades familiares que les habían caído en suerte. Pero la "sensibilidad" del momento hacía que los demás no prestaran especial atención a esas situaciones. Ahora es una cuestión de justicia que no podemos soslayar. Ni tienen que salir "perdiendo" en esa dificultad de conciliación las mujeres ni tienen por qué hacerlo los hijos o las personas dependientes. "Conciliar" no es tarea de sólo un miembro de la pareja.
Hablamos últimamente de "conciliación" como un pacto de condiciones laborales con ciertos aspectos de flexibilidad (jornada, permisos, excedencias, suspensión del contrato de trabajo...) que facilita a las personas que trabajan atender responsabilidades de carácter personal. Esto está bien. Está claro que el trabajo puede interferir en nuestras prioridades, pero no abarca más que una parte limitada del problema. Imposible introducir en ese pacto nuestra responsabilidad para con otros –amistades, por ejemplo–, imposible solucionar otros aspectos de la vida –emocionales, físicos o intelectuales–. Simplemente, la vida no se deja "gestionar" satisfactoriamente ...o no sabemos hacerlo.
Nuestra empresa, asociación, fundación... no nos va a solucionar el problema (y con mayor motivo si somos trabajadores autónomos, pues nos explotaremos todavía más). Cierta flexibilidad en el trabajo es importante –por supuesto, abogamos por que las entidades sociales profundicen en mejores condiciones para quienes trabajan, contratados o voluntarios, en sus proyectos–, pero no es la solución a todo. La vida urbana, hoy, supone un reto al que muchos sentimos que no nos estamos enfrentando bien.
Una muestra de lo paradógicas que son las cosas es que muchos experimentan que estar un tiempo prolongado con la familia estresa todavía más ("a ver cuándo empieza el colegio otra vez...") ¿Será la falta de costumbre? Sería triste concluir que la vida familiar mejora... manteniéndola reducida.
Se trata de un aspecto de algo más extenso. El problema puede ser el equilibrio personal, que entronca directamente con cuestiones cognitivas y sociológicas. Deseamos y visualizamos una vida que no conseguimos que cobre realidad. Aspiramos, quizá, a algunas cosas difícilmente alcanzables. Quizá nos ayudaría el consejo de Nigel Marsh de centrarnos en las cosas pequeñas y de asumir el control y la responsabilidad de nuestra vida [está en inglés, pero se pueden activar subtítulos en español, penúltimo idioma en el desplegable, junto a la tecla "play"].
Una reflexión sobre nuestras pautas de consumo y sobre dónde se nos está escapando el tiempo sin duda nos ayudaría. Lo sabemos todos, pero no solemos darle la prioridad necesaria.
Lo cierto, trasladándonos al terreno de la gestión, es que cuando se tiene responsabilidad sobre otros en el trabajo estas cosas importan. No simplemente lo que se va incorporando a la normativa laboral o a la práctica mejor o peor de mi entidad, sino nuestro equilibrio personal como coordinador, jefe, director, mando intermedio, formador, responsable de... Nuestro propio equilibrio nos interesa primeramente a nosotros, pero afecta directamente a los demás. Enrarece o purifica el ambiente. ¿Cómo es de puro el aire –metafóricamente, se entiende– en mi entorno de trabajo/voluntariado?