Las organizaciones son básicamente un conjunto de personas que se relacionan entre sí enfocando hacia un objetivo común, para ello utilizan herramientas y procedimientos. Muchas veces, en este conjunto de personas, hay grupos más visibles y obvios: los órganos políticos y de dirección, los equipos técnicos, el voluntariado, los propios destinatarios de la acción, y otros grupos más invisibilizados, socios, simpatizantes, potenciales interesados etc.

De cómo se gestionan estos procesos de visibilización–invisibilización, de otorgar reconocimiento y poder o por el contrario marginar o ignorar saldrá una clave fundamental para mantener la sostenibilidad y el sentido de nuestras entidades en el medio y largo plazo o condenarlas a la irrelevancia. 

Necesitamos tener conciencia de todos los implicados (actuales y potenciales) para poder invertir en el desarrollo de nuestro capital humano como capital social. No basta meramente el hacer una lista de oportunidades, diseñar programas formativos, mantener una eficaz base de datos, aunque estas herramientas sean particularmente útiles.

El ejercicio de visibilizar a todos los implicados e implicadas en nuestra entidad (activos, pasivos, reactivos, pro-activos etc.) es la primera toma de conciencia de una riqueza social y relacional que es la esencia de las misiones de las ONGs.

Sólo con un buen enfoque de capital social podremos re-diseñar una estrategia de sostenibilidad de la entidad en todos los ordenes, legitimidad social, vigencia y pertinencia de nuestra propuesta de valores, creatividad e innovación, sostenibilidad en el largo plazo etc.

Para ello las relaciones se han de subjetivizar no mecanizar, la información se comparte para alimentar la confianza no sólo los procedimientos, se habla y se re-crea la misión no tanto de los objetivos, se amplía el marco institucional para dar cabida al marco social y efectivo en el que se mueve nuestro capital.

El equipo que lidere estos procesos ha de estar atento a contribuir en la construcción de una institución con vocación de pertinencia no sólo de perdurabilidad, cuidar de lo formal (las herramientas, la comunicación, los mensajes) y de lo informal, (los espacios de encuentro, la generación de intercambios, las complicidades) que se basa en la reciprocidad y la confianza entre la institución y las personas, que se apoya en el mercado pero no mercantiliza, que construye ciudadanía pero no “politiza”.

Las ONGs necesitamos reinventarnos como espacios ciudadanos donde nos co-responsabilizamos, asumimos encargos de transformación, no como espacios técnicos de desempeño burocrático. La gestión de nuestras personas como capital social es la clave de una ciudadanía global que consigue incidir en los problemas desde todos los ángulos y donde las ONGs aún tengan un papel relevante que cumplir.