Nuevos contextos requieren nuevas capacidades. Quizá nuestras competencias estaban muy ligadas a la gestión de fondos públicos en la realización de nuestros proyectos. ¿No será preciso cierto cambio de mentalidad de cara al reto que supone ahora mismo financiar proyectos de acción social?. Antonio Rivas, de Redinamo, reflexiona en este artículo sobre la financiación de nuestras actividades.

En nuestra cultura organizacional del Tercer Sector, todo lo que tiene que ver con dinero da cierto pudor. Vivíamos más o menos bien cuando el dinero llegaba de la Administración Pública, a la que podíamos criticar al tiempo que pasábamos por registro. Ahora que ese tiempo ha pasado, nos cuesta mirar a nuestro entorno con una mirada de captación de fondos, como si nos faltara legitimidad. Muchas entidades más por obligación que por vocación se ven abocadas a buscar fondos privados. Quisiera compartir algunas ideas básicas en este sentido.

  • El cambio de orientación para captar fondos privados no es meramente técnico, es sobre todo cultural. O construimos una base social capaz de monetarizar su compromiso o viviremos de la caridad ocasional de los viandantes. Ya no vale el compromiso estético, puntual, de camiseta o gorra promocional. Necesitamos un compromiso ético, pequeño o grande, pero constante, predecible. Este cambio cultural ha de embarcar a toda la organización, condiciona nuestra comunicación, nuestro plan de voluntariado, los servicios que proveemos, los mensajes que lanzamos, nuestra presencia social y en redes, los planes con los que nos formamos. Todo.
  • Los fondos no se “captan” se “generan”. Hablar de “captación” da la sensación de que vivimos en un espacio donde “pululan” fondos y se trata simplemente de tener un buen “caza-mariposas” para poder capturarlos. Mala metáfora. Los fondos son el resultado final de un largo proceso de generación de relaciones de confianza, que se apoyan en un equipo, herramientas y procedimientos correctamente orientados. No son “caza-mariposas” lo que necesitamos, sino buenos y pacientes jardineros.
  • La generación de base social es un proceso largo que pasa por tener clara la identidad propia, y el modelo de organización, pasa por generar un sentido amplio de pertenencia y la localización de partners interesados en sostener nuestra misión. No sólo tener claro qué valemos ni para qué valemos, sino también para quién valemos.
  • Hay que generar valor y poner en valor. La presencia social genera valor; la generación de conocimiento, la difusión de buenas prácticas, la conectividad, la capilaridad, la innovación generan valor. Una vez generado, hay que comunicarlo y ponerlo en valor. No sólo hay que hacerlo bien, hay que demostrarlo y comunicarlo.
  • Algunas de las competencias para las que nuestros equipos estaban tan adaptados siguen siendo útiles pero la gran mayoría serán perfectamente inútiles. Los criterios y técnicas que aplicábamos para la captación de convocatorias no siempre son válidos ante las convocatorias de grandes financiadores privados. Los criterios de valor son distintos, la sinergia con su estrategia es la clave, el valor añadido del posicionamiento social compartido, la capacidad de demostrar impactos. No hay que hacer lobby, hay que hacer alianzas. Necesitamos comunicadores y conectores. No sólo son las herramientas, son las nuevas competencias.
  • Distinguir lo banal de lo estratégico. Proliferan los premios y concursos para proyectos sociales. Qué triste banalización a la que nos prestamos. En cualquier caso no deberíamos confundir el que, como una lotería, alguna vez nos toque alguno, con el hecho de tener una mínima estrategia de captación de fondos privados. Las pequeñas campañas de crowdfunding pueden ser algo banal o algo estratégico, puede ser algo ocasional o la gota constante que nos da contenidos de comunicación y refuerzo para nuestra base social.
  • Incorporar la visión de fondos propios. No es lo mismo fondos privados, socios y donantes, que fondos propios. Muchos de nuestros servicios pueden generar retorno simplemente si se re-dirigen hacia otro tipo de población. Tendremos que ampliar el espectro de nuestra población “destinataria” para incluir a aquel segmento que nos ayude a financiar a los que no pueden auto-financiarse.

El camino hacia esta nueva forma de funcionar no es sencillo y posiblemente pase por un nivel de decrecimiento sostenible hasta que podamos dar de nuevo con una clave de dimensión organizacional ajustado a nuestra fuente de financiación. Pero en todo caso el momento de empezar es ya.