Antonio Rivas, de Redinamo, profesor de algunos de nuestros cursos, reflexiona en este artículo sobre la valoración de los resultados que realmente alcanzamos con la realización de los proyectos.

Demostrar que el trabajo que realizamos desde las ONG sirve para algo trasciende con mucho la mera evaluación de los objetivos anuales. Estamos más o menos acostumbrados a la rendición de cuentas (económicas) incluso a tener indicadores para la medición de los objetivos más inmediatos que nos ponemos en los proyectos. Sin embargo, los colectivos con los que trabajamos, ¿dónde estarán en el medio y largo plazo? y ¿cuánta de su mejora en su calidad de viada y acceso a derechos tendrá que ver en alguna medida con la intervención que se hizo desde nuestros proyectos?

En todo proceso educativo y de intervención social es importante verificar, en el medio plazo, cuánto de la transformación social es gracias a los inputs de la intervención. Verificar si algunas posibilidades quedaron coartadas o algunas posibilidades no se explotaron a fondo. También es posible que se estén generando beneficios o desarrollos inesperados, no programados pero que tengan un alto significado para los destinatarios.

Estas preguntas y reflexiones tienen que ver con la comprobación, en el tiempo, del sostenimiento de los resultados logrados en el corto plazo, en definitiva nos conecta con la noción de medición de impacto. El impacto es la cantidad de beneficios que se mantienen en el tiempo una vez concluida la intervención. La función de la evaluación de impacto tiene también que ver con una noción estratégica que quiere aportar datos a nuestro discurso y fundamentar nuestra función social.

QUÉ QUEREMOS EVALUAR

Cada persona, en nuestro de trabajo de intervención, supone un reto distinto, pues no se trata de alcanzar un estándar predeterminado para cada caso, sino de llegar al máximo de despliegue de potencialidades que cada destinatario pueda llegar. El éxito o el fracaso de cada intervención es un complejo sumatorio de desarrollo de competencias personales, oportunidades en el contexto y aportes técnicos en el momento oportuno.

La evaluación de impacto no debería tanto medir la intervención respecto a un estándar, como los logros de la intervención respecto a las potencialidades y expectativas de cada usuario. En cada caso, es importante atender la relación entre las posibilidades reales (legales, laborales y sociales) durante el periodo de intervención y las potencialidades de la persona.

Hablamos por tanto de equidad, la capacidad de la intervención de facilitar a las personas aquello a la que tiene derecho.

PRESUNCIONES PARA LA REALIZACIÓN DE LA EVALUACIÓN DE IMPACTO

Realizar una Evaluación de Impacto presupone que la organización tiene una perspectiva de tiempo y una continuidad de los programas que hacen posibles la realización del trabajo. Junto a ello hace falta añadir una serie de premisas para garantizar la realización exitosa de este trabajo:

  • Es importante tener una previa noción de qué se quería conseguir con la intervención, lo que algunos autores denominan una “teoría del cambio”, qué transformación de fondo se pretendía, en el medio plazo, con el trabajo realizado. Contra esta hipótesis (feed-forward) podremos dotar de sentido a todo la información que recojamos (feed-back).
  • Es fundamental acotar el tiempo. El impacto es una realidad en permanente evolución, la evaluación pretenderá fijar una foto para un periodo de tiempo, buscando identificar la relación causa–efecto entre el estado actual y la intervención técnica recibida. Mantendremos un alto enfoque a la relación causa-efecto, pero sin descuidar un seguimiento de las condiciones del contexto (jurídico, económico, social) como elemento determinante en el acceso a derechos y posibilidades.
  • Es importante incorporar una valoración objetiva (niveles de renta, nivel de estudios, tipo de vivienda, movilidad, ocio etc.) pero también subjetivos de los propios interesados, ¿dónde estaría la persona de no haberse producido la intervención en su propio opinión?. Es interesante hacer del trabajo una investigación participativa.
  • Resultará clave la localización de los propios destinatarios originales en un número suficiente como para hacer la información estadísticamente relevante. Al tiempo será fundamental recuperar una relación de confianza con los destinatarios para que se conviertan en informantes clave de un proceso delicado de recuperar en algunos casos.
  • En todo este despliegue es fundamental medir la capacidad institucional para embarcarse en un trabajo que puede tener fuertes cargas de trabajo y costes de inversión.

NUESTRA PERSPECTIVA

En definitiva, buscamos ver si, más allá de la consecución y mantenimiento de objetivos “técnicos”, con sus criterios clásicos de eficacia y eficiencia, con atención a indicadores cuantitativos, logramos transformación social. No se pretende medir si nuestro Proyecto es “productivo” en relación a la inversión efectuada. El acceso de una sola persona a educación, sanidad, libertad, dignidad, difícilmente es medible en términos de coste-beneficio.

Sería aplicar a la intervención la misma lógica de mercado que busca mercantilizar a las personas. La evaluación de impacto, desde la prespectiva de las ONG no quiere sólo mirar el nivel de libertad y derechos que han alcanzado las personas sino también las posibilidades que el contexto les ha dado para hacerlo. Supone un enfoque que permite mirar más allá del desempeño del programa para identificar lo esencial: la capacidad de la entidad de generar acceso a ciudadanía universal. Nos permite mirar el contexto con una mirada crítica de fondo, desarmando excusas y exigiendo responsabilidades a otros actores sobre el escenario.

Así mismo nos permite implicarnos en la tarea, no sólo como profesionales, sino como titulares de los derechos que buscamos promover.