¿Son las ONGs una especie de pozo sin fondo, un sumidero por el que se van los preciados fondos públicos que tan bien empleados estarían en crear riqueza? ¿El dinero aportado al Tercer Sector es una «inversión», como argumentan las entidades que lo forman? En definitiva, ¿está bien gastado ese dinero? ¿Debemos aceptar que se nos caracterice como una rémora en momentos en que hay que ser mucho más cuidadosos con el destino de los recursos?

Como mera anécdota, acaba de publicarse el Real Decreto-ley 19/2002, que reconoce expresamente que según la OCDE España es el segundo país europeo donde se necesitan más trámites para crear una empresa. Se eliminan cargas administrativas para una serie de micro y pequeñas empresas, como la necesidad de obtención de una autorización o licencia municipal previa, para así ayudar a dinamizar el mercado.

Es una lista restringida, solamente se está pensando en algunas actividades: comercio minorista, confección a medida de prendas de vestir y de calzado, reparaciones, promoción inmobiliaria, alquiler de bienes inmuebles, «servicios personales»: lavandería, tintorería, peluquería, fotocopias, servicios fotográficos, enmarcación. Muchas actividades quedan fuera y, entre ellas, las típicas del Tercer Sector de Acción Social. Quizá por otro tipo de motivos, o quizá porque se considere como algo «no productivo». Así que vamos a reflexionar un poco sobre ello.

Uno de los mitos en los que se aprecia poca comprensión, en general, hacia lo que representa el Tercer Sector en nuestra sociedad es su consideración de gasto improductivo. Afirmaciones del tipo de «las empresas son las que crean riqueza y las ONGs –que supuestamente viven de subvenciones, otro mito a analizar despacio– consumen parte de esa riqueza sin aportar gran cosa a la sociedad».

Además del desconocimiento de la plural actividad del Tercer Sector –y de las asociaciones en particular, que son el grupo más numeroso de entidades–, afirmaciones de este tipo manifiestan una visión trasnochada acerca de lo que es «crear riqueza».

Se supone que superamos la Fisiocracia hace mucho. Salvo que opinemos que la riqueza solamente proviene de la extracción de minerales, el cultivo del campo y la actividad industrial, tendremos que admitir que la actividad de muchas entidades sociales se encuadra claramente en el Sector Servicios, el mismo en el que descansa fundamentalmente nuestra economía.

Pongamos un ejemplo: Si creamos una guardería infantil, estamos creando riqueza y aportando al PIB, con unos efectos variados (creación de empleo directo y dinamización de una serie de actividades. Ocupamos un local, lo que incide en el mercado inmobiliario: este local es reformado, requiere un mantenimiento, supone un consumo de suministros, requiere limpieza y tal vez seguridad, ciertamente afectará al negocio financiero, puesto que los pagos y cobros discurrirán por ese canal…).

Adicionalmente, esta actividad libera una capacidad en los padres que lleven a sus niños a la guardería, que podrá implicar su mayor disponibilidad para el mercado de trabajo o tal vez afectar al de ocio o al de hostelería (hay cafeterías cercanas a colegios que se llenan pasada la hora de entrada al colegio). Las guarderías también inciden, aparentemente, en el consumo de carburantes en las ciudades, dado que muchos niños son llevados en coche a la guardería. La actividad en sí también genera su propio consumo de material de papelería, juguetería, material didáctico y de limpieza.

Pues bien, en alguna medida todas estas afirmaciones son trasladables al caso de una ludoteca, centro de día, club de ocio, centro socioeducativo o cualquier otra denominación que queramos darle al proyecto desarrollado por una asociación que trabaje en el tiempo libre infantil y juvenil. O con enfermos, o con ancianos, o con inmigrantes, o en actividades culturales…

La actividad genera actividad, libera potencialidades nuevas y crea riqueza. Aparte del hecho –ya muy relevante en sí mismo– de que el Tercer Sector es muy intensivo en trabajo (más de 500.000 personas remuneradas según el Anuario del Tercer Sector de Acción Social en España, publicado por la Fundación Luis Vives, referido solamente a entidades de acción social en 2009), su actividad se entrelaza con el resto del sistema productivo, crea sinergias, genera riqueza (y, ya sabemos, además cohesión social, mayor igualdad, justicia, cultura, educación… capital social). Con mayúsculas, CAPITAL SOCIAL: riqueza social –difícil de cuantificar, pero real–.

Qué somos, pues, ¿pozo sin fondo o fuente?